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Segundo Libro de los Macabeos

Eugene Ferdinand Victor Delacroix 048

Datos básicos
Autor Jasón de Cirene
Fecha Entre 125 y 63 a. C.
Idioma Griego
Abreviatura 2Mac
Números
Nombre
Latín Liber II Maccabaeorum
Más datos
Testamento Antiguo Testamento
Sección Deuterocanónicos
Lapso de Tiempo Entre los 176-161 a.C.
Eventos Importantes Rebelión de Judas Macabeo
Muerte de Antíoco Epífanes
Muerte de Nicanor
Personas Importantes Judas Macabeo
Antíoco Epífanes
Nicanor

El Segundo Libro de los Macabeos es un libro deuterocanónico del Antiguo Testamento en el Catolicismo, pero considerado apócrifo por los protestantes. Y que junto con el anterior, pone fin al apartado histórico de los textos sagrados. Se encuentra ubicado entre 1 Macabeos y Job.

Autor[]

No conocemos el nombre de su autor. Sólo podemos decir que no es el mismo de 1 Macabeos. Es por supuesto un judío alejandrino o influido por la escuela literaria egipcia. Es evidente en él una adhesión total y completa a la Ley. En sus tiempos se lo hubiese denominado fariseo en el buen sentido. Escribe en un griego excelente, culto y sumamente retórico, aunque por momentos se vuelve rebuscado y edulcorado.

Según el autor, 2 Macabeos no es más que un resumen de un libro escrito por un tal Jasón de Cirene en cinco volúmenes, del cual se sabe muy poco.

Fecha de composición[]

No la conocemos con exactitud, pero el original griego de Jasón de Cirene se escribió entre los años 130 y 125 a.C. Por lo tanto, el recopilador autor de 2 Macabeos tiene que haber redactado este resumen entre 125 y 63 a.C.[1]

Respecto a la fecha exacta hay gran divergencia.No puede en cualquier caso ser muy posterior, ya que la demanda de una forma abreviada de la historia de Jasón, a la que el autor alude en el prefacio (2:25-26), debe haberse suscitado en un período razonablemente corto tras la publicación de esa obra.La segunda carta debe haber sido escrita poco después de la muerte de Antioco,antes de que las circunstancias exactas relativas a la misma hayan sido conocidas en Jerusalén, por tanto hacia el 163 a.C.Que el Antíoco allí mencionado es Antíoco IV y no Antíoco III, como muchos comentaristas católicos sostienen, está claro por el hecho de que su muerte se pone en relación con la celebración de la Fiesta de la Dedicación, y que se le presenta como enemigo de los judíos, lo que no es verdad en el caso de Antíoco III.

Jasón debe haber acabado su obra poco después de la muerte de Nicanor, y antes del desastre sobrevenido a Judas Macabeo, cuando no sólo omite aludir a la muerte de este héroe, sino que hace la afirmación, que sería palpablemente falsa si se hubiera escrito más tarde, que después de la muerte de Nicanor Jerusalén permaneció siempre en poder de los judíos (15:38).

Idioma original[]

Las dos cartas que fueron dirigidas a los judíos de Egipto, que sabían poco o nada de hebreo o arameo, fueron con toda probabilidad escritas en griego. Que el libro propiamente dicho fue compuesto en el mismo idioma, es evidente por su estilo, como ya San Jerónimo señaló.

Los hebraísmos son menos de los que podría esperarse teniendo en cuenta el asunto, mientras que los modismos y las construcciones griegas son muy numerosos. El origen helenístico de Jasón, y la ausencia en el compendio de signos que indiquen que es una traducción, son suficientes para probar que también se escribió en griego.[2]

Propósito y carácter[]

Contrariamente a lo que pudiera pensarse, 2 Macabeos no es la continuación de 1 Macabeos. En realidad narra acontecimientos que están contenidos en el anterior, pero si éste se extendía durante 41 años, 2 Macabeos relata sólo 15 (176-161 a.C).

Sin embargo, ambos libros divergen en muchos aspectos y hechos, que se explican porque los objetivos de ambos autores son también muy diferentes. El que nos ocupa se propone tan solo exaltar loas al Templo de Jerusalén y no relatar la rebelión contra los griegos. En otros lugares completa y profundiza los hechos narrados en el libro anterior.[1]

Al comparar los dos libros de los Macabeos se ve claramente que el autor del Segundo no escribe, como el autor del Primero, meramente historia para informar a sus lectores de los agitados acontecimientos del período que está tratando. Escribe historia con vistas a la instrucción y edificación.

Su primer propósito es exaltar el Templo de Jerusalén como centro del culto judío. Esto se hace patente en los esfuerzos que hace para ensalzar en toda ocasión su dignidad y santidad. Es el gran templo (2:20), el más renombrado y el más santo de todo el mundo (2:23; 5:15), el magno y santo templo (14:31); incluso los príncipes gentiles lo estimaban digno de honor y le glorificaban con grandes dones (3:2-3; 5:16; 13:23); la preocupación de los judíos en época de peligro era más por la santidad del Templo que por sus mujeres e hijos (15:18), Dios lo protege mediante milagrosas intervenciones (3;14:31 y ss.) y castiga a los culpables de sacrilegio contra él. (3:24) Si Él ha permitido que sea profanado, fue por los pecados de los judíos (5:17-20). Es con este designio, sin duda, que las dos cartas, que de otro modo no tienen relación con el libro, fueron antepuestas a él. El autor aparentemente destinó su obra especialmente a los judíos de la Diáspora, y más particularmente a los de Egipto, donde un templo cismático había sido erigido en Leontópolis hacia 160 a.C.

El segundo propósito del autor es exhortar a los judíos a la fidelidad a la Ley, inculcándoles que Dios aún tiene presente Su alianza, y que no les abandona salvo que primero ellos lo abandonen a Él; las tribulaciones que soportan son un castigo por su infidelidad y cesarán cuando se arrepientan. A la diferencia de propósito corresponde funa diferencia de tono y método. El autor no está satisfecho con relatar meramente hechos, sino que comenta libremente sobre personas y acciones, distribuyendo los elogios o condenas que puedan merecer cuando se les juzga desde el punto de vista de un verdadero israelita.

La intervención sobrenatural a favor de los judíos es subrayada. El estilo es retórico, los datos son comparativamente escasos. Como se ha señalado, la cronología de 2 Macabeos difiere ligeramente de la de 1 Macabeos.[2]

Contenido[]

El libro se centra en dos fiestas religiosas: la Dedicación del Templo luego de su reconstrucción y el día en que Nicanor amenaza al edificio sagrado. Cuenta también la herejía sacrílega de un tal Heliodoro.[1]

El libro propiamente dicho (2:20-15:40) está precedido por dos cartas de los judíos de Jerusalén a sus correligionarios egipcios (1:1-2:19). La primera (1:1-10a) fechada en el año 188 de la era seleúcida (124 a.C.) más allá de expresiones de buena voluntad y una alusión a una carta anterior, no contiene más que una invitación a los judíos de Egipto a celebrar la Fiesta de la Dedicación del Templo, instituida para conmemorar su nueva dedicación (1 Mac. 4:59; 2 Mac. 10:8). La segunda (1:10b-2:19) que no lleva fecha, es del senado (gerousia) y Judas Macabeo a Aristóbulo, el preceptor o consejero de Ptolomeo Filométor y a los judíos de Egipto. Informa a los judíos egipcios de la muerte de Antíoco Epífanes cuando intentaba robar el templo de Nanea, y les invita a unirse a sus hermanos palestinos en la celebración de las fiestas de la Dedicación y de la Recuperación del Fuego Sagrado. Se cuenta entonces la historia de la recuperación del fuego sagrado, y en relación con ella la historia de la ocultación por el profeta Jeremías del tabernáculo, el arca y el altar de incienso. Después de una oferta de enviar copias de los libros que Judas había recogido a ejemplo de Nehemías, repite la invitación a celebrar las dos fiestas, y concluye con la esperanza de que los dispersos de Israel puedan pronto reunirse juntos en la Tierra Santa.

El libro propiamente dicho comienza con un elaborado prefacio (2:20-33) en el que el autor después de mencionar que su obra es un compendio de la más amplia historia en cinco libros de Jasón de Cirene declara su motivación al escribir el libro, y comenta las respectivas tareas del historiador y el compendador.

La primera parte del libro (3-4:6) relata el intento de Heliodoro,primer ministro de Seleuco IV (187-175 a.C.) de robar los tesoros del Templo a instigación de un cierto Simón, y los problemas causados por este individuo a Onías III. El resto del libro es la historia de la rebelión de los Macabeos hasta la muerte de Nicanor (161 a.C.) y por tanto se corresponde con 1 Mac. 1:11-7:50.

La sección 4:7-10:9 trata del reinado de Antíoco Epífanes (1 Mac. 1:11-6:16) mientras que la sección 10:10-15:37 registra los acontecimientos de los reinados de Antíoco Eupátor y Demetrio I (I Mac.6:17-7:50). 2 Macabeos cubre así un período de sólo quince años, del 176 al 161 a. C. Pero mientras que su campo es más estrecho, la narración es más abundante en detalles que 1 Macabeos y suministra muchos pormenores, por ejemplo, nombres de personas que no se encuentran en el Primer Libro.[2]

Aspectos históricos[]

Leído junto con su similar, 2 Macabeos hace un retrato histórico preciso de la religión judaica y de su interminable lucha para mantener, pura e incontaminada, su religión monoteísta.[1]

El Segundo Libro de los Macabeos está considerado como un documento mucho menos histórico que el Primero por los estudiosos no católicos, aunque Niese ha salido recientemente en su defensa con firmeza. Las objeciones aducidas contra las dos cartas no tienen por qué preocuparnos, sin embargo, excepto en lo que afecta a su autenticidad, de la que se habla más adelante. Estas cartas están en la misma posición que los otros documentos citados en 1 y 2 Macabeos, el autor no es por tanto responsable de la veracidad de su contenido.

Algunos estudiosos católicos recientes han pensado que se pueden admitir también errores en el libro propiamente dicho sin arrojar ningún descrédito contra el compendiador, puesto que este último rehúsa asumir la responsabilidad de la exacta veracidad de todo su contenido. Pero aunque esta opinión puede encontrar algún apoyo en la Vulgata, difícilmente se puede apoyar en el texto griego.

Por otro lado, no hay necesidad de recurrir a una teoría que, mientras absuelve al autor de error formal, admitiría inexactitudes reales en el libro, y disminuiría así su valor histórico. Las dificultades alegadas contra él no son tantas como para desafiar una explicación satisfactoria. Algunas se basan en una falsa interpretación del texto, como cuando, por ejemplo, se le atribuye la afirmación de que Demetrio desembarcó en Siria con una poderosa hueste y una flota (14:1), y se le opone así a 1 Macabeos 7:1,donde se dice que desembarcó con unos pocos hombres. Otros se deben a impresiones subjetivas, como cuando se ponen en duda las apariciones sobrenaturales. La exageración de las cantidades ha sido tratada en relación con 1 Macabeos.

Las siguientes son las principales objeciones con algún fundamento real:

  1. La campaña de Lisias, que 1 Mac. 4:26-34, sitúa en el último año de Antíoco Epífanes, se traslada en 2 Mac. 11, al reinado de Antíoco Eupátor.
  2. Las expediciones judías contra las tribus vecinas y las expediciones a Galilea y Galaad, descritas en 1 Mac. 5, como llevadas a cabo en una rápida sucesión tras la nueva dedicación del Templo, se separan en 2 Macabeos y se sitúan en escenarios históricos diferentes.
  3. El relato ofrecido en 2 Mac. 9 difiere del de 1 Mac. 6 respecto a la muerte de Antíoco Epífanes, de quien se declara falsamente que había escrito una carta a los judíos.
  4. La descripción de los martirios en 6:18-7, está muy exagerada, y es improbable que Antíoco estuviera presente en ellos.

A estas objeciones se puede responder brevemente:

  1. La campaña de la que se habla en 2 Mac. 11 no es la misma que la relatada en 1 Mac. 4.
  2. Los acontecimientos mencionados en 8:30 y 10:15 y ss. no son los narrados en 1 Mac. 5. Antes de que se pueda decir de la expedición a Galaad (12:10 y ss.) que está fuera de su escenario histórico apropiado, debería probarse que 1 Macabeos sigue invariablemente un orden cronológico, y que los acontecimientos agrupados en el capítulo 5 tuvieron lugar en rápida sucesión.
  3. Los dos relatos de la muerte de Antíoco Epífanes difieren, es verdad, pero encajan muy bien entre sí. Considerando el carácter de Antíoco y la condición en la que estaba en ese momento, no es en absoluto improbable que escribiera una carta a los judíos.
  4. No hay razón para dudar de que, a despecho de la forma retórica, el relato de los martirios sea sustancialmente correcto. Como el lugar donde ocurrieron es desconocido, es difícil ver sobre qué base se niega la presencia de Antioco.

Debe señalarse, además, que el libro revela un preciso conocimiento en multitud de pequeños detalles, y que es a menudo confirmado por Josefo, que no lo conocía. Incluso sus detractores admiten que la primera parte es del mayor valor, y que en todo lo que se relaciona con Siria su conocimiento es amplio y minucioso. De ahí que no sea probable su culpabilidad en los grandes errores que se le imputan.

Autenticidad de las dos cartas[]

Aunque estas cartas tienen una clara intención en el propósito del libro, se las ha declarado palpables falsificaciones. Nada, sin embargo, justifica tal opinión.

La evidente contradicción en la primera carta, que representa el clímax de aflicción como experimentado bajo Demetrio II, no tiene lugar. La carta no compara los sufrimientos padecidos bajo Demetrio con los del pasado, sino que habla del período de aflicción en su conjunto, incluyendo la época de Demetrio. El falso relato de la muerte de Antíoco Epífanes es más bien una prueba a favor de la autenticidad de la carta. Tal relato sería bastante natural si la carta fue escrita poco después de que las primeras noticias, exageradas y distorsionadas como a menudo lo son las primeras noticias, hubieran llegado a Jerusalén. Sólo queda el así llamado disparate de atribuir la construcción del Templo a Nehemías. La extrema improbabilidad de tan gran disparate por parte de un judío ilustrado debería haber hecho vacilar a los críticos.

Nehemías dio los últimos retoques al Templo (2 Esdras 2,8; Josefo,Antiq XI, v,6) lo que justifica el uso de oikodomesas. El Códice 125 (Mosquensis) reza oikonomesas "el que ha ordenado el servicio del templo y altar"; esto eliminaría toda dificultad.[2]

Sentido religioso[]

2 Macabeos es muy importante en la doctrina religiosa del Antiguo Testamento. Su intención, aparte de las ya explicadas, es demostrar la existencia de los poderes angélicos y dos conceptos que suenan conocidos para el cristiano moderno: la intercesión de los santos y la resurrección de la carne. En otros sitios se ocupa también de los castigos que el Más Allá reserva a los pecadores y de la ayuda que la oración acerca a los fieles difuntos.

Este libro presenta algunas doctrinas que, para Lutero y sus seguidores, no concuerdan con las enseñanzas del Antiguo Testamento: la intercesión de los santos y la ayuda que la oración brinda a los fieles difuntos. En 2 Macabeos 15:12-16, se presenta la intercesión en favor de Israel del difunto sumo sacerdote Onías y de Jeremías el profeta, fallecido unos 400 años antes.[1]

2 Macabeos demuestra varios puntos de interpretación doctrinal que deriva de los fariseos y de la teología católica y ortodoxa oriental. Las cuestiones doctrinales que se plantean en 2 Macabeos incluyen:

  1. Oración por los muertos con ofrendas y sacrificios para liberarlos del Purgatorio.
  2. Los méritos de los mártires.
  3. La intercesión de los santos (15:11-17).
  4. La resurrección de los muertos.

En particular, las largas descripciones de los martirios de Eleazar y de una madre con sus siete hijos (2 Mac 6:18-7:42) capturaron la imaginación de los cristianos medievales. Varias iglesias están dedicadas a los "mártires Macabeos" y están entre las pocas figuras pre-cristianas en el santoral católico y ortodoxos oriental. El libro es considerado como el primer modelo de las historias medievales de los mártires.[3]

Otros libros de los Macabeos[]

Existen cuatro libros de los Macabeos. 1 y 2 Macabeos son considerados deuterocanónicos, esto es, aceptados por la Iglesia Católica pero no por las iglesias protestantes. 3 y 4 Macabeos, por el contrario, son considerados apócrifos por judíos, debido a que en el tiempo en que se estableció este, no se había descubierto aún el manuscrito arameo y sólo existía el griego. Las iglesias ortodoxas y orientales los aceptan como deuterocanónicos.[1]

Referencias[]

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