El Libro de la Vida es una expresión usada tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, al parecer, con acepciones diferentes.[1]
Definición[]
Todo ser humano es libre de seguir el bien o el mal y aceptar las consecuencias de ello: la salvación o la condenación. Dios no predetermina la salvación o la condenación de alguien. Cada uno tiene que hacer lo necesario para que su nombre apararezca en ese libro, si bien Dios nos conoce desde antes de nacer igual nuestros nombres aun no estan escritos.[2]
Antiguo Testamento[]
En torno a la interpretación de Éxodo 32:32, cuando Moisés le pide a Yavé que le quite del libro, hay quienes consideran que en el Libro de la Vida se inscriben los que están en vida en contraposición a los que mueren o están muertos, ya que es innegable la intención de Moisés de pedir la muerte para sí en ese relato. También parece ser ésta la interpretación del texto del Salmo 69:28 donde el salmista pide que sus enemigos sean borrados del Libro de la Vida.
Los judíos eran muy dados a hacer genealogías donde se colocaban documentadamente la pertenencia o el rango de los miembros del pueblo de Israel. Esto servía de prueba y a veces condicionaba la ciudadanía. De ahí la creencia de que existiría un Libro de la Vida a modo de registro celestial que contiene la lista de los que pertenecen a Dios.
Finalmente, y ya en el libro de Daniel (12:1) se habla del Libro de la Vida como el registro de quienes se salvarán.
Nuevo Testamento[]
Con el sentido de registro de quienes se salvan y han vencido al mal es recogido en el Nuevo Testamento, concretamente en la carta a los Filipenses (4:3) pero sobre todo en el libro del Apocalipsis. Se dice que es el Cordero quien posee el libro, de ahí que en numerosa iconografía se represente a Cristo llevando el Libro de la Vida. Es una imagen usada ampliamente no solo con la expresión sino también como los nombres que están escritos en el Cielo.[1]