Libro de la Sabiduría de Salomón | ||
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![]() Página iluminada de una antigua biblia italiana. | ||
Datos básicos | ||
Lugar | Alejandría | |
Idioma | Griego | |
Números | ||
Nombre | ||
Más datos | ||
Testamento | Antiguo Testamento | |
Sección | Sapenciales |
El Libro de la Sabiduría, o Sabiduría de Salomón, es un libro bíblico del Antiguo Testamento. No está incluido en el Tanaj judío hebreo-arameo, pero distintas facciones y expresiones del Cristianismo Histórico lo incluyen en sus Biblias entre los llamados deuterocanónicos, en tanto que los grupos protestantes, y otros grupos cristianos con ideas diferentes de los antes citados, lo excluyen de sus Biblias, así como a los otros deuterocanónicos, a los cuáles dieron en dar por "apócrifos". En las Biblias católicas aparece después del Cantar de los Cantares, y antes del Eclesiástico, dentro de la sección de los llamados "Libros Sapienciales".[1]
Título[]
Los encabezados más antiguos atribuyen el libro a Salomón, el representante de la sabiduría Hebrea. En la traducción Siríaca, el título es: "el Libro de la Gran Sabiduría de Salomón"; y en la Antigua Versión Latina, el encabezado dice: "Sapientia Salomonis". Los manuscritos griegos más tempranos, el Vaticanus, el Sianiticus y el Alexandrinus, contienen similar inscripción, y los Padres Orientales y Occidentales de los primeros tres siglos generalmente hablan de "la Sabiduría de Salomón" cuando citan esa inspirada obra, aunque algunos de ellos la utilizan en conexión con designaciones honoríficas como he theia Sophia(la Divina Sabiduría), Panaretos Sophia (Toda Virtuosa Sabiduría).
En la Vulgata, el título es: "Liber Sapientiae","El Libro de Sabiduría". En versiones no-católicas, el encabezado común es: "la Sabiduría de Salomón", en contradistinción de Eclesiástico, que usualmente se intitula: "la Sabiduría de Jesús, el hijo de Sirach".[2]
Autor[]
Debido a una antigua tradición piadosa, durante muchos siglos, el llamado Cantar de los Cantares, así como los Libros de los Proverbios, del Eclesiastés, de la Sabiduría, y otros Libros de Salmos y de Odas fueron atribuidos a la autoría de Salomón, personaje a quien cita la Biblia como hijo y sucesor del rey David, dotado de una gran sabiduría, así como de una gran habilidad para las relaciones diplomáticas, constructor del primer gran templo de Yavé en Jerusalén, y también como el último rey en común de todas las tribus israelitas.
Sin embargo, en el caso de todas estas obras, los estudiosos bíblicos ya han determinado que esta atribución, casi seguramente, no es ninguna otra cosa sino un artificio literario, destinado a exaltar, por una parte, la gran inteligencia legendaria del mencionado rey, y, por otra, a tratar de aumentar la autoridad de los escritos, al atribuirlos a un autor conocido, ilustre en razón de su realeza, y, por añadidura, notable y destacado en el campo del conocimiento.
El autor de este libro ha sido un convencido israelita piadoso, profundo conocedor de los textos sagrados, la historia y las costumbres propios de su pueblo. Reproduce de forma muy fiel y minuciosa los usos y costumbres propios de la liturgia de los cultos paganos de la cultura egipcia, a los cuáles reprueba y considera no actos religiosos, sino tan sólo prácticas idolátricas supersticiosas. Está versado en la cultura alejandrina, y parece ser, por consiguiente ,un israelita de la Diáspora, avecindado o residente en Alejandría. Y, como tal, escribe en una lengua griega muy fluida, provista de algún cierto grado de elegancia.
Fecha de composición[]
De lo anterior se desprende que, si el autor era alejandrino, la fecha del manuscrito no puede remontarse a ninguna fecha anterior a la fundación de la ciudad por el conquistador Alejandro Magno, en 330 a. C. Desde allí en adelante, la fecha exacta permanece sumida en el misterio, y no hay evidencia de que haya existido algún original hebreo o arameo que pudiese brindarnos mayores precisiones, sino tan solamente el texto griego.
Los estudiosos han determinado que el libro fue escrito en pleno período helenístico, principalmente por la armonía que el autor evidencia entre la espiritualidad judía y la mentalidad griega. Aunque el autor del Libro de la Sabiduría da muestras fehacientes de no haber asimilado de manera alguna, profunda o substancial algún tipo de doctrina filosófica griega, sí se lo observa, en cambio, utilizar en numerosas ocasiones términos habituales entre los estoicos y platónicos. El autor de este libro utilizó como fuentes para sus convicciones los textos de la Biblia griega de los LXX. Y, si bien no lo afirma de una manera expresa, parece sugerir en algunos pasajes que los alejandrinos se encontraban, en el momento en que él escribe, llevando a cabo alguna forma de campaña de discriminación contra los israelitas. De forma tal que no sugiere una acción de genocidio, o de limpieza étnica, sino más bien algunas expresiones sutiles de animadversión o de desprecio, que pudieron haber estado en boga durante aquellos tiempos.
Problemas de este tipo en la Alejandría helénica, realmente comenzaron durante el reinado de Tolomeo VIII. Y algunos historiadores manifiestan que pudieron haberse prolongado hasta los reinados de Tolomeo XII, o de Cleopatra VII. Si aceptamos esto, el libro fue compuesto en algún momento de los 140 años que van del año 170 a. C. al año 30 a. C.
Exégetas católicos calculan que el período más probable para fechar el Libro de la Sabiduría se extiende entre los años 80 y 50 a.C. Sabiduría fue añadido al Antiguo Testamento por las comunidades de israelitas piadosos de Alejandría, llegando, de esta forma, a convertirse en el más reciente y último de los libros canónicos de la Biblia Septuaginta, misma que representa la base y fundamento para el Antiguo Testamento de las Biblias usadas por la inmensa mayoría de las Iglesias Cristianas Históricas.
Canonicidad[]
Forma parte integrante del Canon Amplio Oriental y Occidental, sustento de las Biblias propias de las iglesias cristianas ortodoxas, las iglesias cristianas orientales, y también de la iglesia católica latina occidental. Ésta última lo incluye entre los textos comúnmente tenidos por "deuterocanónicos", o sea, de la "Segunda Colección".
Al no existir algún original hebreo o arameo conocido de este libro, y por el hecho mismo de hallarse solamente en la Biblia griega, los judíos rabínicos, así como los grupos protestantes y otros grupos cristianos con ideas diferentes de los antes citados,por defecto dieron en dar por "apócrifo" éste, así como los otros deuterocanónicos,aunque algunas de ellas lo ven como lectura provechosa, y algunas importantes Biblias protestantes,tales como la Biblia de Lutero, la Biblia de Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra (la famosa King James Version inglesa), de 1611, así como las Biblias de Casiodoro de Reina, de 1569, y de Cipriano de Valera, de 1602, recientemente reeditadas bajo el título de 'La Biblia del Siglo de Oro' , incluyen este libro, así como los otros deuterocanónicos. En esta situación de interdicción se encuentran otros libros y escritos de la Biblia, tales como Tobías, Judit, el Resto de Ester, Baruc, la Epístola de Jeremías, la Historia de Susana, la Historia de Bel y el Dragón, la Oración de Azarías y el Himno de los 3 Jóvenes del Libro de Daniel, Eclesiástico y 1 y 2 Macabeos.
Las Iglesias Cristianas Ortodoxas y Orientales, además de estos libros, incluyen el Salmo 151, la Oración de Manasés, y los Libros 3, y a veces 4, de Esdras, y 3, y a veces 4 de los Macabeos, así como también ciertos Epígrafes y Epílogos a algunos de los libros comúnmente aceptados.
Las Iglesias Cristianas Ortodoxas, Cristianas Orientales, y Católica Romana, reconocen al menos algunos de estos libros,como textos sagrados divinamente inspirados, y los han incluido en todas sus versiones de la Biblia, de manera oficial, al menos desde el Sínodo de Roma, en el año 380 d. C., siendo ratificada su reivindicación durante los trabajos del Concilio de Trento, en plena efervescencia de las impugnaciones esgrimidas contra ellos por Martín Lutero, y por sus seguidores.
Contenido[]
El libro se dirige a los hermanos de raza de su autor, judíos e israelitas avecindados en Alejandría, para alertarlos de la devastación y la ruina moral a los que se verían reducidos en caso de dejarse seducir por los cultos paganos, o por el ateísmo o la falta de piedad hacia el Dios de sus padres. El objetivo último de Sabiduría es, pues, llevar a los compatriotas del redactor de nuevo al redil de la verdadera religión.
En tiempos alejandrinos, los judíos e israelitas piadosos solían enfrentarse, de manera continua, a la gran seducción del paganismo griego, y de su relajada conducta moral, su estilo de vida hedonista, y sus maneras amplias y libres de pensar. El autor del libro considera aberrante todo esto sin ambages, y constantemente lanza mordaces invectivas contra los griegos y su forma de vida. Trata de crear polémica y de convertir prosélitos para su causa, sin desdeñar siquiera a los griegos que quieran convertirse. Si puede conseguir simpatizantes entre los impíos y convertirlos al culto de Yavé, Dios de los israelitas, pues considerará que su tarea se cumple de esta forma.<
El Libro de Sabiduría es único en el Antiguo Testamento por la profundidad y amplitud de su exposición doctrinal: puede considerárselo un libro pleno de esperanza y de fe, así como el epítome, culmen y conclusión de todo el pensamiento religioso israelita justamente anterior a Jesucristo. Sabiduría es simple y directo a este respecto. A la pregunta de cuál es el sentido de la vida responde: buscar la obra y la voluntad de Dios en las cosas terrenas. Esto es: alcanzar el conocimiento de Dios, rendirle culto y ofrecerle los servicios adecuados. Quien cumple todo esto no es otra cosa que un hombre justo, hijo, amigo y amante de la divinidad, mientras que quien se aparta de la doctrina es pecador e impío y se encamina a la perdición. El justo, por el contrario, es incorruptible e inmortal (Sab. 2:23).
Este libro perfecciona, en cierto modo, la doctrina de Daniel y 2 Macabeos. En ellos Dios esbozaba por primera vez la promesa de premios y castigos en la vida ultraterrena, primera concepción intelectual del más allá que antes no existía para la mentalidad judía. Esta prefiguración de la eternidad cristiana se encuentra descrita en Sab 3:1-6.[3]
Como es de esperar, las enseñanzas doctrinarias de esta obra deuterocanónica son, en sustancia, aquellas de los otros libros inspirados del Antiguo Testamento.
El Libro de Sabiduría solo conoce un solo Dios, el Dios del universo, y el Yavé de los hebreos. Este único Dios es "El que es" (13:1), y su Santidad está totalmente opuesta a la maldad moral (1:1-3). El es el amo absoluto del mundo (11:22), que él a creado a partir de "materia amorfa" (11:18), una expresión platónica que no afirma en modo alguno la eternidad de la materia, pero que apunta a la caótica condición descrita en Génesis 1:2.
Un Dios viviente que hizo al hombre en Su imagen, creándolo para la inmortalidad (2:23), de tal modo que la muerte entró al mundo por medio de la envidia del Diablo (2:24). Su Providencia se extiende a todas las cosas, grandes o pequeñas, ejerciendo un cuidado paternal de todas las cosas (14:3), y en particular, de Su pueblo elegido (19:20). Él se hace conocido a los hombres por medio de Sus maravillosas obras (13:1-5), y ejerce Su misericordia hacia todos ellos, incluyendo a Sus enemigos (12:8).
La idea central del libro es la Sabiduría, que aparece bajo dos aspectos principales. En su relación con el hombre, la Sabiduría es aquí, como en otros Libros Sapiensales, la perfección del conocimiento mostrándose a sí misma en acción. Es particularmente descrita como residente solo en hombres justos (1:4-5 ), como un principio que apela a la voluntad del hombre (6:14), así como regalo de Dios (7:15), y que es dispensada por Él a los suplicantes. Por medio de su poder, el hombre triunfa sobre la malicia (7:30), y a través de su posesión, uno puede asegurarse las promesas tanto de la actual, así la como de la vida futura (8:16). La Sabiduría debe de ser atesorada por encima de todas las cosas y aquel que la desprecie estará condenado a la infelicidad (3:11).
En relación directa con Dios, la Sabiduría es personificada, y su naturaleza, atributos, y operación no son otra cosa que Divinas. Ella está con Dios desde la eternidad, la socia de Su trono, y la convidada de Sus pensamientos (8:3). Ella es una emanación de Su gloria (7:25), el resplandor de Su eternamente duradera luz y el espejo de Su poder y bondad (7:26). La Sabiduría es una, y sin embargo puede realizarlo todo;aunque inmutable, ella renueva todas las cosas (7:27), con una agilidad mayor que cualquier movimiento (7:23). Cuando Dios formó el mundo, la Sabiduría estaba presente (9:9), y ella le otorga a los hombres todas las virtudes que necesitan en toda posición y condición de vida. La Sabiduría es también identificada con el Verbo de Dios (9:1), y se le representa como inmanente con el Espíritu Santo, a quien también se le asocian una naturaleza y ejercicio Divinos (1:5-7). Doctrinas exaltadas como estas se ubican en vital conexión con la revelación del Nuevo Testamento del misterio de la Santísima Trinidad; mientras que otros pasajes del Libro de la Sabiduría (2:13,16-18;18:14-16) encuentran su realización en Cristo, el Verbo Encarnado, y la Sabiduría de Dios.
En otros aspectos, es también notable con relación a sus enseñanzas escatológicas (3:5), el Libro de Sabiduría presenta una maravillosa preparación para la Revelación del Nuevo Testamento. Los escritores del Nuevo Testamento aparecen perfectamente familiarizados con estos escritos deuterocanónicos. Es verdad que para justificar su rechazo al Libro de Sabiduría del Canon, muchos protestantes han reclamado que en 8:19-20, su autor admite el error de la preexistencia del alma humana. Pero este pasaje mencionado, cuando se revisa a la luz de este contexto, brinda un sentido perfectamente ortodoxo.[4]
Influencias filosóficas[]
Las influencias filosóficas en el Libro de la Sabiduría pueden incluir la filosofía de Platón; algunas influencias religiosas y éticas también pueden provenir del estoicismo, que se encuentra en los escritos de Filón, a quien el Libro de la Sabiduría en ocasiones ha sido atribuido erróneamente.Un pasaje (Sab. 8:2-18) tiene notable similitud con el discurso de la virtud de Heracles de Jenofonte.[5]