Libro de Zacarías | ||
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Datos básicos | ||
Autor | Zacarías | |
Lugar | Jerusalén | |
Abreviatura | Zc | |
Números | ||
Nombre | ||
Más datos | ||
Testamento | Antiguo Testamento | |
Sección | Profetas |
El Libro de Zacarías es un libro del Antiguo Testamento perteneciente al canon de la Biblia y de la Tanaj judía, atribuido al profeta Zacarías. Se cree que fue escrito después del destierro, alrededor del año 520 a. C., cuando Zorobabel fue nombrado gobernador por los persas. El libro consta de catorce capítulos: ocho de la versión original, más seis añadidos en época posterior, alrededor de 410 a. C.
Autor[]
Zacarías significa "Dios se acuerda". No se conoce gran cosa sobre el profeta salvo lo que se deduce del libro; aunque se cree que su abuelo Ido era el jefe de una familia de sacerdotes que regresó a Jerusalén con Zorobabel (Neh 12:1-4). Se cree que era un sacerdote y un profeta. Estos detalles se deducen de su interés por el templo y el sacerdocio. El libro de Esdrás afirma que Zacarías era hijo de Ido y no de Baraquías.(Esdrás 5-1 y 6-14).
Algunos eruditos aceptan que el libro es el escrito de un individuo: el profeta Zacarías. Actualmente la mayoría de los eruditos opinan que la primera parte del libro fue escrita por el profeta y posteriormente revisada por alguno de sus discípulos. La segunda parte del libro fue escrita, probablemente, después de las conquistas de Alejandro Magno, por uno o dos autores.[1]
El autor de toda la profecía es Zacarías. La época de la primera parte es el segundo y cuarto años del reinado de Darío en Babilonia (520 y 522 a. C. ). La época de la segunda parte es probablemente hacia el final del reinado de Darío o el comienzo del de Jerjes (485 a. C. ). El lugar de toda la profecía es Jerusalén.
La ocasión de la primera parte es llevar a efecto la construcción del segundo Templo; la de la segunda parte es quizá la proximidad de la muerte del profeta. La opinión tradicional sostenida por los exégetas católicos sobre la unidad de autoría del libro se debe en parte al testimonio de todos los manuscritos del texto original y de las diversas versiones; esta unanimidad muestra que tanto en el judaísmo como en la Iglesia nunca hubo seria duda sobre la unidad de autoría de Zacarías.
Son necesarias razones sólidas, y no meras conjeturas, para debilitar la confianza en esta opinión tradicional. No se dispone de tales razones sólidas. Se apela a la evidencia interna; pero la evidencia interna no favorece a la crítica divina. Más bien al contrario; el alcance y el estilo son únicos en la profecía.
- Unidad de objetivo: Toda la profecía tiene el mismo objetivo; está por todas partes impregnada del idéntico anuncio mesiánico. El reino y sacerdocio del Mesías se pintan oscuramente en la primera parte; vívidamente en los dos oráculos de la segunda parte. Ambas secciones insisten en la venganza que se obrará contra los enemigos de Judá (cf. 1, 14 y 6, 8, con 9, 1ss.); el sacerdocio y realeza unidos en Cristo (cf. 3, 8 y 6, 12 con 9, 9-17); la conversión de los gentiles (cf. 2, 11; 6, 15 y 7, 22, con 14, 16-17); la vuelta de Israel de la cautividad (cf. 7, 8 con 9, 11-16; 10, 8ss.); la santidad del nuevo reino (cf. 3, 1 y 5, 1ss. con 13, 1); su prosperidad (cf. 1, 17; 3, 10; 7, 3ss. con 11, 16; 14, 7ss.).
- Unidad de estilo:Cualquier ligera diferencia que haya en el estilo de las dos secciones puede explicarse fácilmente por el hecho de que las visiones están en prosa y los oráculos en verso. Podemos comprender que un mismo escritor muestre diferencias en la forma y modo de expresión, si, después de un periodo de treinta y cinco años, reproduce en forma poética exultante y exuberante el tema que, mucho antes y bajo muy diversas circunstancias, había expuesto en lenguaje más pausado y molde de prosa. Para contrarrestar estas ligeras diferencias estilísticas, tenemos la indudable evidencia de la unidad de estilo. En ambas partes se presentan modos de expresión que son distintivos de Zacarías. Tales son, por ejemplo: la oración, llena de significado "y la tierra quedó devastada detrás de ellos; ya nadie iba ni venía"; el uso del Hiphil of'abar en el sentido de "borrar la iniquidad" (3, 4 y 13, 2); la metáfora del "ojo de Dios" por su Providencia (3, 9; 1, 10 y 9, 1); las designaciones del pueblo elegido, "casa de Judá y casa de Israel", "Judá, Israel, Jerusalén", "Judá y Efraím", "Judá y José" (cf. 1, 2. 10; 7, 15, etc., y 9, 13; 10, 6; 11, 14, etc.). Además, versículos y partes de versículos de la primera parte son idénticos a versículos y partes de versículos de la segunda parte (cf. 2, 10 y 9, 9; 2, 6 y 9, 12-13; 7, 14 y 9, 8; 8, 14 y 14, 5).
- Crítica divisoria: Generalmente se admite que Zacarías es el autor de la primera parte de la profecía (capítulos 1-8). Los críticos atribuyen la segunda parte a otro u otros autores.
Joseph Mede, un inglés, comenzó con la cuestión, en sus "Fragmenta sacra" (Londres, 1653), 9. Deseando salvar del error a Mateo 27:9. 19, atribuyó la parte final de Zacarías a Jeremías. En esta exégesis, fue secundado por Kidder, "La demostración del Mesías" (Londres, 170), 199, y Whiston, "Un ensayo de restauración del verdadero texto del Antiguo Testamento" (Londres, 1722), 92. De esta manera se engendró la idea del DeuteroZacarías, la cual creció tan fuerte como prolífica. A su debido tiempo, la crítica divisoria encontró muchos autores diferentes para 9-14.
A fines del siglo XVIII, Flugge, "Die Weissagungen, welche den Schriften des Zacharias beigebogen sind" (Hamburgo, 1788), había descubierto nueve profecías dispares en estos seis capítulos. Un único o múltiple DeuteroZacarías es defendido también por Bauer, Augusti, Bertholdt, Eichorn (4ª. ed.), De Wette (aunque no después de la 3ª ed.), Hitzig, Ewald, Maurer, Knobel, Bleck, Stade, Nowack, Wellhousen, Driver, etc. Los críticos no se ponen de acuerdo, sin embargo, sobre si los capítulos discutidos son anteriores o posteriores al exilio.
Los estudiosos católicos de la Biblia están casi unánimemente en contra de esta opinión. Van Hoonacker (op. cit., pp. 657 y s.) da los argumentos a su favor y los contesta de manera convincente.[2]
Contexto histórico[]
El ministerio de Zacarías tuvo lugar durante el reinado de Darío el Grande (1: 1), y fue contemporáneo de Ageo en una época post-exílica después de la caída de Jerusalén en 587 a. C. Durante el exilio, muchos hijos de Judá y de Benjamín fueron llevados a Babilonia, donde los profetas les dijeron que debían hacer sus casas (Jer 29), lo que sugiere que gastarían un largo período de tiempo allí.
Con el tiempo la libertad vino a los israelitas, cuando Ciro el Grande venció a los babilonios en el 539 a. C. En 538 a. C., se publicó el Edicto de Ciro dandoles la libertad y devolviendolos a casa.
Después de la muerte de Ciro en 530 a. C., Darío consolidó el poder y asumió el cargo en 522 a. C. Divide las diferentes colonias del imperio en distritos fácilmente manejables supervisados por gobernadores. Zorobabel es nombrado por Darío como gobernador del distrito de Yehud Medinata. Bajo el reinado de Darío, Zacarías también surgió centrado en la reconstrucción del Templo.
A diferencia de los babilonios, el Imperio Persa hizo grandes esfuerzos para mantener relaciones cordiales entre vasallo y señor. La reconstrucción del Templo fue alentado por los dirigentes del imperio con la esperanza de fortalecer a las autoridades en los contextos locales. Esta política fue buena para los persas y los judíos la vieron como una bendición de Dios.[3]
Contenido[]
El profeta empieza con una exhortación a la conversión (1:1-6), que recuerda la predicación de los profetas anteriores al exilio con el propósito de dar un aviso solemne a la generación presente. Este prefacio indica la fecha del otoño del año 520 a. C. Luego siguen una serie de ocho visiones, que comienzan en febrero de 519 a. C. Las visiones son, probablemente, una mirada simbólica a la historia de Israel, cuyo objetivo sea proporcionar consuelo a los retornados del exilio y estimular la esperanza en su ánimo.
En el capítulo primero, Zacarías tiene la visión de un hombre montado en un corcel rojo, y detrás de él, caballos rojos, alazanes y blancos. Yavé dice que Jerusalén y Sion serán consoladas.
El segundo capítulo trata de otra visión:cuatro cuernos, que simbolizaban a los enemigos de Yavé, y cuatro herreros para abatirlos. A esta se añade otra visión más:Un hombre con una cuerda para medir Jerusalén, la cual Yavé protegería siendo "muralla de fuego en torno, y gloria dentro". Finalmente se advierte del castigo contra los babilonios enemigos de Sion: "El que toca a vosotros, a la niña de mis ojos toca"; "serán despojo de sus mismos esclavos".
En el capítulo tercero, Satán acusaba al Sumo Sacerdote Josué. El ángel de Yavé lo calla. Las ropas viejas del sacerdote son cambiadas por otras nuevas. Yavé dice que traerá a su siervo "Germen" y que en una piedra con siete ojos grabaría su inscripción. Este capítulo confuso se ha prestado a diversas interpretaciones mesiánicas.
Al capítulo cuarto corresponde la visión del candelabro con siete ojos y dos ramos de olivo, que representaban a dos Ungidos. Zorobabel reconstruirá el edificio derruido.
Otra visión se narra en el capítulo quinto: un rollo volando, el cual significa que el ladrón y el que jura en vano serían expulsados. Y se añade una nueva visión: una mujer sentada sobre una medida que simboliza el mal. Dos mujeres con alas como de cigüeña se la llevan a Senaar.
El capítulo sexto trata de la visión de dos montes de bronce de los que salen cuatro carros;en el primero había caballos rojos; en el segundo negros; en en tercero blancos y en el cuarto, tordos. Zacarías dice que Yavé le ordena coronar a Josué, al que llamaría Germen. Esto indica que es a él a quien se refería la anterior mención a un Germen, y no a Jesucristo u otro Mesías.
Los capítulos 7 y 8, acontecen dos años más tarde, y son una respuesta a la cuestión de si los días de duelo por la destrucción de la ciudad deberían de continuar o no. Además de una mirada retrospectiva sobre el pasado nacional contiene un mensaje dirigido al pueblo asegurándoles la presencia de Dios y su bendición. Zacarías retrata un futuro mesiánico bajo la metáfora de una tierra próspera hacia la cual las naciones vienen en peregrinación, ansiosos de seguir al Dios de Israel.
En el capítulo séptimo se echa en cara al pueblo judío el haber sido castigado ya que habían maltratado al extranjero, a la viuda, al huérfano y al pobre. En esa época, las viudas eran personas realmente desamparadas.
Un pronóstico de felicidad para Jerusalén es el tema del capítulo octavo: se menciona que en la ciudad habrá niños jugando en las plazas, en las cuales se sentarían ancianos y ancianas con su bastón en la mano. Asimismo, se pronostica la hegemonía espiritual de los judíos.
El primer oráculo de los capítulos 9 al 11 es difícil de interpretar tanto en su contenido histórico como en su doctrina. Algunos autores opinan que el pasaje 9:1-8 hace referencia a la victoria de Alejandro Magno sobre Darío III en la batalla de Issos y las conquistas de Tiro y Gaza. Continúa (Zac 9:9-17) con una visión de la llegada triunfante de un rey humilde montado en un asno cuya imagen mesiánica es tomada por los cuatro evangelistas para describir la entrada de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos. El segundo oráculo proclama, en lenguaje apocalíptico, las pruebas y la gloria final de Jerusalén en los últimos tiempos.
En el capítulo 14 versículos 4 a 5 se dice que el monte de los Olivos se separaría en dos y se allanaría el valle del Hinón como se allanó por un terremoto que ocurrió en tiempos de Ozías (o Azarías), rey de Judá que reinó desde el 809 al 759 a. C. En el registro de terremotos anteriores al siglo XX, hay uno datado el 7 de octubre de 759 a. C. en Israel, y tal año es precisamente el último año del reinado de Ozías en Judá. En fecha hebrea era el año 3002 de la Era Hebrea que comenzó un 7 de octubre, el mismo día y mes de ese terremoto en Israel.[1]
En el cristianismo[]
No es nada probable que fuera el profeta Zacarías al que se refirió Cristo (Mt. 23, 35; Lc. 11, 51) como habiendo sido asesinado por los judíos en el Templo, según el protoevangelio de Santiago 23-24, es el padre de Juan el Bautista; ese Zacarías era hijo de Yehoyadá (2 Crón 24, 20). Además, los judíos del tiempo de Zorobabel obedecieron al profeta Zacarías (Zac. 6, 7);ni hay en los libros de Esdras y Nehemías huella alguna de crimen tan atroz perpetrado en el atrio del Templo.
Los escritos del Nuevo Testamento a menudo se refieren a las profecías del Libro de Zacarías como cumplidas. Mateo (21, 5) dice que en la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos, los detalles sucedieron para que se cumpliera lo que Zacarías (9, 9) había predicho; y Juan (12, 15) lo trae como testigo. Aunque en 27, 9 Mateo menciona sólo a Jeremías, aun así se refiere al cumplimiento de dos profecías, la de Jeremías (32, 6-9) sobre la compra del campo del alfarero y la de Zacarías (11, 12-13) sobre las treinta monedas de plata, el precio puesto al símbolo del Mesías.
Juan (19, 37) ve en la Crucifixión el cumplimiento de las palabras de Zacarías "mirarán al que traspasaron" (12, 10). Mateo (26, 31) cree que el profeta (13, 7) predijo la dispersión de los discípulos del Señor.[2]