El término deuterocanónicos se refiere a algunos libros que están presentes en la Septuaginta y, por lo tanto, considerados inspirados por los primeros cristianos y que se reafirmaron como inspirados por Dios en los concilios de Roma (382 d. C.), Hipona (393 d. C.), III Cartago (397 d. C.) y Trento (1546 d. C.).
Etimología[]
El término "deuterocanónico" está formado por la raíz griega "deutero" (segundo) y "canon" (lista de libros inspirados por la divinidad y normativos de una religión o iglesia). Por lo tanto, el término se aplica a los libros y partes de libros del Antiguo Testamento escrito originalmente en griego agregados a la Biblia cristiana.[1]
Los términos "protocanónicos" y "deuterocanónicos" no aparecieron nunca antes de mediados del siglo XVI. Fueron acuñados en el año de 1556 por Sixto de Siena, teólogo católico de origen judío, para referirse, respectivamente, a los textos propios del llamado Canon Palestinense del Tanaj judío (por considerarlo una "primera norma" o prescripcion de textos del Antiguo Testamento, y a los textos propios del llamado Canon Alejandrino de la Biblia Griega (por considerarlo una "segunda norma" o prescripción de textos del Viejo Testamento).
La Enciclopedia Espasa define de esta manera este término:
- "Nombre que se da a aquellos libros, o parte de libros de la Sagrada Escritura, que desde su origen no fueron considerados como inspirados por todos, y que hoy son rechazados del canon de la Sagrada Escritura por los judíos y protestantes. La Iglesia Católica, empero, los considera como verdadera y auténtica palabra de Dios, y han sido declarados como libros inspirados por los concilios de Trento y Vaticano."
- Tomo 18,Pág. 721.
Uso Teológico[]
El adjetivo "deuterocanónico" se aplicó originalmente a estos textos de los cristianos, con el argumento de que se agregaron en una segunda vez en la historia del cristianismo como inspirados y haciendo solamente una parte integral de la Biblia católica, pero no de los protestantes. Para estos, los libros son considerados patrimonio, por lo que tener algún valor literario y religioso. Martín Lutero, reconociendo la importancia de estos libros, los incluyó en su traducción de la Biblia al alemán en un apéndice.
Además de la Iglesia Católica, otras iglesias utilizan los libros Deuterocanónicos en sus Biblias, tales como la Iglesia Anglicana, las Iglesias Ortodoxas copta, siríaca, griega y rusa y la Iglesia Maronita.
El tema de la autenticidad y el valor teológico de estos libros fue tratado en diversos consejos y documentos papales, especialmente en 1545-1563 d.C. en el Concilio Ecuménico de Trento que definitivamente declaró el canon de 46 libros en el Antiguo Testamento y declarando como un anatema a aquellos que rechacen.
Libros deuterocanónicos del AT[]
Los libros deuterocanónicos (apócrifos para los protestantes) del Antiguo y Nuevo Testamento son los siguientes:
Además, también podemos encontrar fragmentos apócrifos dentro de los libros canónicos como:
- Adiciones al libro de Ester.
- Adiciones al libro de Daniel que incluyen los episodios de la historia de Susana y la de Bel y el dragón.
Historia[]
Origen de los deuterocanónicos del AT[]
Los libros deuterocanónicos fueron escritos entre Malaquías y Mateo, es decir, en un momento que, según el historiador judío Flavio Josefo, había cesado por completo la revelación divina. Los textos deuterocanónicos llegan a nosotros sólo en griego (aunque algunos originalmente fueron escritos en ese idioma, otros son traduciones de una versión hebrea que se perdió), gracias Biblia de los Setenta o Septuaginta, la traducción de la Biblia en griego, datada entre los años 280 y 30 a.C., para el uso de la judía de la Diáspora y adoptada por los cristianos desde el principio como referencia al texto bíblico. Tales textos no son, por tanto, de la Biblia hebrea o Tanaj.[1]
Filón de Alejandría[]
A partir del siglo III a.C., tuvo lugar el encuentro de la fe judía con la filosofía griega en el contexto de la comunidad judía de Alejandría. Allí los intelectuales hebreos, muy especialmente Filón de Alejandría, concibieron una forma de profundizar en su fe bíblica con los instrumentos de la razón griega. Era una teología convencida de que la fe mosaica y la filosofía griega coincidían en su aspiración a la verdad.
Filón es asimismo valioso para entender la iglesia primitiva y los escritos del Nuevo Testamento,especialmente los de Pablo, Juan y Hebreos. A veces se olvida que los documentos del Nuevo Testamento fueron escritos en griego por autores que eran judíos (desde luego ahora comprometidos a entender a Jesús como Cristo y Señor), quienes eran parte de la cultura helenística del mundo grecorromano. La mayor parte de las iglesias primitivas reflejadas y descritas en el Nuevo Testamento eran parte de la trama social del mundo helenístico grecorromano. Precisamente porque Filón es un judío helenístico, es esencial para los estudios del Nuevo Testamento. La Iglesia cristiana fue la preservadora primaria de los escritos de Filón, quien era virtualmente desconocido para la tradición judía desde luego de su propio tiempo,hasta el siglo XVI.[3]
En sus escritos se encuentra un gran número de citas bíblicas. La mayor parte de sus citas bíblicas provienen del Pentateuco, aunque también cita Josué, Jueces, Samuel, Reyes, Isaías, Jeremías, los profetas menores Oseas y Zacarías, los Salmos, Job, Proverbios y el rollo de Crónicas-Esdras-Nehemías. Se cuentan aproximadamente mil citas de las Escrituras, lo cual da una idea de la intensidad del empleo de estos textos por parte suya. Filón, contemporáneo de Jesús de Nazaret, que vivió precisamente en Alejandría, jamás cita ninguno de los libros deuterocanónicos.
Es frecuente suponer que Filón y los judíos helenistas no compartían el parecer de los rabinos de Palestina, según el cual el espíritu de profecía había cesado hacía siglos.
De hecho las obras de Filón no citan ni una sola vez los libros apócrifos, lo cual invalida toda la hipótesis de un canon helenístico. Por otra parte, sería bien extraño que un libro como 1 Macabeos, que insiste en que la profecía había cesado hacía tiempo (4,46;9,27;14,41) pudiera formar parte de un supuesto canon helenístico, cuya existencia se apoya precisamente en la afirmación de que la profecía no ha cesado todavía, en una época incluso posterior.
La teoría del canon alejandrino tenía otros dos soportes que se han venido igualmente a tierra. El primero era que el judaísmo helenístico y el judaísmo palestino eran realidades distintas y distantes. El segundo era que los libros apócrifos fueron compuestos en su mayoría en lengua griega y en suelo egipcio.
Autores como Vence, Charles,Wellhausen y Gunkel, consideran que el texto original del Apocalipsis de Esdras fue escrito en hebreo. Algunos, como Guy, consideran que fue escrito en arameo. Peredejordi considera que no puede ponerse en duda que el autor era judío, por los frecuentes hebraísmos en el texto y porque "el autor adorna sus discursos con ficciones muy próximas a los talmudistas y rabinos". A pesar de todo, presenta un valor histórico, pues refleja tradiciones considerablemente más antiguas.[4]
Una famosa reunión de rabinos judíos, el Consejo de Jamnia, que se celebró en el final del siglo I a.C, para buscar un camino para el judaísmo después de la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 dC, los participantes decidieron considerar en forma canónica los textos del judaísmo que existían solamente en lengua hebrea y que se remontaban al tiempo de Esdras.
A pesar de la situación crítica moderna en que varios libros contenidos en el canon hebreo es posterior al tiempo de Esdras (como el Libro de Daniel), los estudiosos explican que los fariseos no tenían el método científico que existe hoy en día para la fecha un trabajo. De todos modos, los criterios adoptados por ellos excluiyeron a los libros deuterocanónicos del canon hebreo.[1]
Los cristianos y los deuterocanónicos[]
El primer autor cristiano del cual tenemos referencia que habló del canon del Antiguo Testamento fue el obispo de Sardes, Melitón. En una carta, menciona los libros del canon hebreo a excepción de Ester.
A mediados del III siglo, Orígenes afirmaba:
- "No se ha de ignorar que los libros testamentarios, tal como los han transmitido los hebreos,son veintidós,tantos como número de letras hay en entre ellos".
Los veintidós libros a los que se refiere Orígenes corresponden a los del canon hebreo (contando a algunos libros como Jueces-Rut,Samuel,Crónicas,Esdras-Nehemías y los Profetas menores). Hay que reconocer, sin embargo, que en la práctica, Orígenes se negó a excluir totalmente los apócrifos, porque se los empleaba en la Iglesia, como él mismo lo explica en su Carta a Julio Africano.
Atanasio en una de sus cartas pascuales da una lista muy parecida a la de Orígenes y al canon hebreo, con la diferencia de que incluye Baruc y la Carta de Jeremías, separa a Jueces y Rut, además de omitir a Ester. "Pero para mayor exactitud debo ...añadir esto: hay otros libros fuera de éstos, que no están ciertamente incluidos en el canon, pero que han sido desde el tiempo de los padres dispuestos para ser leídos a aquellos que son convertidos recientes a nuestra comunión y desean ser instruidos en la palabra de la verdadera religión. Estos son la Sabiduría de Salomón, la Sabiduría de Sirá, Ester, Judit y Tobit... Pero mientras los primeros están incluidos en el canon y estos últimos se leen [en la Iglesia], no se ha de hacer mención a los libros apócrifos. Son la invención de herejes que escriben según su propia voluntad ..."
Cirilo sigue la opinión de Orígenes, pero excluye Baruc. Gregorio Nacianceno da una lista de libros canónicos en verso, en donde reconoce veintidós libros; omite Ester. Anfiloquio sigue la línea de Gregorio, pero añade: "Junto con éstos, algunos incluyen Ester". Epifanio da una lista de 22 libros similar a la de Melitón, pero añadiendo Ester. En otra parte añade como apéndice al Nuevo Testamento a la Sabiduría de Salomón y a la de Sirá.
Jerónimo hizo una revisión de los Salmos y los Evangelios de la Vetus Latina por petición de Dámaso, obispo de Roma. Al morir el papa, Jerónimo hizo un peregrinaje a Belén en el 386. Comenzó con una nueva revisión del Salterio en latín conforme a la Septuaginta (LXX), pero luego decidió trabajar a partir del texto hebreo. En el 405 completo su traducción. En el prólogo escribió:
- "Este prólogo a las Escrituras puede servir como un prefacio con yelmo [galeatus] para todos los libros que hemos vertido del hebreo al latín, para que podamos saber,mis lectores, tanto como yo mismo que cualquiera [libro] que esté más allá de estos debe ser reconocido entre los apócrifos. Por tanto, la Sabiduría de Salomón, como se la titula comúnmente, y el libro del Hijo de Sirá y Judit y Tobías y el Pastor no están en el Canon."
"Como la Iglesia lee los libros de Judit y Tobit y Macabeos, pero no los recibe entre las Escrituras canónicas, así también lee Sabiduría y Eclesiástico para la edificación del pueblo, no como autoridad para la confirmación de la doctrina."
En una extensa carta a Laeta, quien le había consultado sobre la crianza de su hija Paula,Jerónimo da una serie de consejos; entre ellos, que la instruya en las Escrituras, sugiriendo el orden en que ha de leerlas, añadiendo:
- "Que [Paula] evite todos los escritos apócrifos, y si ella es llevada a leerlos no por la verdad de las doctrinas que contienen sino por respeto a los milagros contenidos en ellos, que ella entienda que no son escritos por aquellos a quienes son adjudicados, que muchos elementos defectuosos se han introducido en ellos, y que requiere una discreción infinita buscar el oro en medio de la suciedad."
Agustín reconocía la importancia de las lenguas originales, no sabía hebreo, e instó en su correspondencia con Jerónimo a que éste realizase su nueva versión a partir de la Septuaginta. Da una lista del canon del Antiguo y Nuevo Testamentos en Sobre la Doctrina Cristiana 2 (8):13, en el cual incluye los deuterocanónicos. Pero admite:
- "Desde el tiempo de la restauración del templo entre los judíos no hubo ya reyes, sino príncipes, hasta Aristóbulo. El cálculo del tiempo de éstos no se encuentra en las Santas Escrituras llamadas canónicas, sino en otros escritos, entre los cuales están los libros de los Macabeos, que no tienen por canónicos los judíos, sino la Iglesia..."
Inocencio I en una carta al obispo de Tolosa, Exuperio, da en 405 una lista de libros del AT que incluye los deuterocanónicos (con 1 Esdras). Rufino en su Comentario al Credo de los Apóstoles da luego del Concilio de Cartago del 397 una lista de libros del Antiguo Testamento que corresponde exactamente al canon hebreo:
- "Pero debiera saberse que hay también otros libros que nuestros padres no llaman canónicos, sino eclesiásticos, es decir, Sabiduría, llamado Sabiduría de Salomón, y otra Sabiduría, llamada la Sabiduría del hijo de Sirá, el último de los cuales los latinos llaman por el título general de Eclesiástico... A la misma clase pertenecen el libro de Tobit, y el libro de Judit, y los libros de los Macabeos... todos los cuales se han leído en las Iglesias, pero no se apela a ellos para la confirmación de la doctrina. A los otros escritos les han llamado «apócrifos». Estos no han admitido que se lean en las Iglesias."
Siglos VI y VII[]
Gregorio Magno escribió acerca de la distinción entre los libros canónicos y los deuterocanónicos:
- "Con referencia a tal particular no estamos actuando irregularmente, si de los libros, aunque no canónicos, sin embargo otorgados para la edificación de la Iglesia, extraemos testimonio. Así, Eleazar en la batalla hirió y derribó al elefante, pero cayó debajo de la misma bestia que había matado".
Los obispos africanos Jumilius y Primasius siguen a Jerónimo; Anastasio de Antioquía y Leoncio, reconocen el canon hebreo. Juan Damasceno, en su Exposición de la Fe Ortodoxa (4:18) defiende asimismo el canon hebreo, el cual explica con cierto detalle, y agrega:
- "Está también el Panaretus, esto es la Sabiduría de Salomón y la Sabiduría de Jesús[5],publicada en hebreo por el padre de Sirá y posteriormente traducido al griego por su nieto, Jesús hijo de Sirá. Estos son virtuosos y nobles, pero no son contados ni fueron depositados en el arca."
Siglos IX a XVI[]
Numerosos autores de este tiempo apoyaron la opinión de Jerónimo y el canon hebreo, tales como Beda, Alcuino, Nicéforo de Constantinopla, Rabano Mauro, Agobardo de Lyon, Pedro Mauricio, Hugo y Ricardo de San Víctor, Pedro Comestor, Juan Belet, Juan de Salisbury, el anónimo autor de la Glossa Ordinaria, Juan de Columna, Nicolás de Lira, William Occam, Alfonso Tostado y el Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (editor de la famosa Políglota Complutense, el mayor monumento a la erudición bíblica católica del siglo XVI):
- "El cardenal Ximénez de Cisneros produce en España su monumental Biblia políglota llamada Complutense(1514–1517), con el texto latino de la Vulgata en el centro, el griego de la Septuaginta de un lado y el hebreo masorético del otro, que representan respectivamente la Iglesia Griega y la Sinagoga, y dice que el texto latino se imprime en medio «como Jesús fue crucificado entre dos ladrones». Pero en cuanto a los deuterocanónicos, que van incluidos en la Complutense, explica en su Prefacio que son recibidos por la Iglesia para edificación, más bien que para fundamentar doctrinas, por lo que se ve que el dictamen de San Jerónimo sigue todavía en vigencia."[4]
Los deuterocanónicos del NT[]
Había libros y pasajes del Nuevo Testamento considerados deuterocanónicos por católicos y apócrifos por muchos grupos protestantes, los libros de Santiago, Judas, Hebreos, 2 Pedro, 2 Juan, 3 Juan y el Apocalipsis, así como algunos pasajes del Nuevo Testamento.
Lutero fue tan lejos como para dudar de la canonicidad de las Epístolas a los Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis en su traducción de la Biblia al alemán dejandolos en un apéndice sin numerar, considerandolos como apócrifos.
En 1545, el Concilio de Trento, definitivamente reafirma lo que ya fue aceptado como canon en Alejandría en el siglo III a.C. Al principio no había consenso entre los protestantes en el canon del Antiguo y Nuevo Testamento. El rey Jaime I de Inglaterra, responsable de la famosa Biblia de las Américas (King James Version), mantuvo los libros apócrifos y los protestantes de Inglaterra también acordaron que debería seguir en sus biblias.
Controversia protestante[]
Los Protestantes han llamado a estos libros del Antiguo Testamento "apócrifos", ya que en ellos no habría consistencias y la falta de realización de los hechos narrados en estos libros; por ello no permiten el uso de estos libros en sus listas, por no considerarlos divinamente inspirados. Otro argumento que se señaló para rechazarlos fue que estaban escritas en el período intertestamentario (período de 400 años desde el Antiguo al Nuevo Testamento); en un período que,de acuerdo a los teólogos reformistas, Dios no habría levantado ningún profeta.[6][1]
Rollos del Mar Muerto[]
Los fragmentos de tres libros deuterocanónicos que se han encontrado entre los Rollos del Mar Muerto encontrados en Qumran, además de varias copias parciales de I Enoc, Jubileos y Eclesiástico, cuyo texto hebreo ya se conocía desde el Cairo,en donde se ha encontrado en dos rollos en hebreo. Otro rollo hebreo del Eclesiástico se ha encontrado en Masadá.
El libro de Tobías se ha encontrado en Qumrán en cuatro pergaminos escritos en arameo y en uno escrito en hebreo. La Carta de Jeremías [7] se ha encontrado en la cueva 7 en griego.
Se ha teorizado que la biblioteca de Qumrán no fue producida en su totalidad en Qumrán, sino que pudi haber incluido parte de la biblioteca del templo de Jerusalén, que pueden haber sido escondido en las cuevas para su custodia en el momento en que el Templo fue destruido por los romanos en el año 70 dC.[8]
Referencias[]
- ↑ 1,0 1,1 1,2 1,3 Livros deuterocanónicos
- ↑ También llamado libro de Ben Sira o Sirácida.
- ↑ The Works of Philo- Complete and unabridged. Transl. C.D. Yonge; New Updated Version. Peabody: Hendrickson, 1993, pp. XIII
- ↑ 4,0 4,1 Deuterocanónicos
- ↑ Se refiere al Eclesiástico.
- ↑ También conocido como "el silencio profético".
- ↑ Comúnmente es el capítulo 6 de Baruc.
- ↑ Deuterocanonical books
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