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Ciro II el Grande

Illustrerad Verldshistoria band I Ill 058

Datos personales
Nacimiento 600/575 a. C.
Fallecimiento 530 a. C.
Familia
Padres Cambises I de Anshan y Mandane
Hijos Cambises II
Abuelos Astiages y Aryenis
Características
Ocupación Rey
Conquistador
Nacionalidad Persa
Religión Zoroastrísmo
Raza Semita

Ciro II el Grande fue un rey aqueménida de Persia (559-530 a.C.) y fundador del Imperio persa aqueménida. Sus conquistas se extendieron sobre Media, Lidia y Babilonia, desde el Mar Mediterráneo hasta la cordillera del Hindu Kush, creando así el mayor imperio conocido hasta ese momento. El imperio fundado por Ciro mantuvo su existencia durante más de doscientos años, hasta su conquista final por Alejandro Magno (332 a. C.).

Biografía[]

Orígenes[]

Ciro II era hijo de Cambises I de Anshan, de la dinastía aqueménida, y, según Heródoto, de Mandane, hija del rey medo Astiages y de Aryenis, princesa del reino de Lidia. Esto le proporciona cierta legitimidad sobre los tronos de Media y Lidia, por lo que se puede tomar como un invento de la propaganda oficial; no obstante, las alianzas dinásticas eran usuales. Los antecesores de Ciro lideraban los grupos persas establecidos en la zona montañosa del este del antiguo reino de Elam (sudoeste del actual Irán) desde principios del siglo VII a. C., bajo Aquemenes, legendario fundador de la dinastía aqueménida. Ostentaban el título de «rey de Anshan», ciudad de fuerte tradición elamita, y desde el siglo VI a. C. eran vasallos del reino de Media. La residencia real de Ciro se situaba en Pasargada, cerca de Anshan; no obstante es probable que ya se utilizase Susa, otro antiguo centro urbano de Elam, como capital alternativa.

Conquista de Media[]

Hacia el 559 a. C., Ciro II sucedió a su padre Cambises I. Según Heródoto, Ciro se rebeló contra el soberano medo Astiages, a quien logró deponer luego de recibir el apoyo de Harpago, comandante del ejército medo.

Fuentes contemporáneas dicen, corroborando a Heródoto, que en el año 550 a. C. (Crónica de Nabonido, o Crónica de Babilonia Nº7),1 o 553 a. C. (Cilindro de Sippar), Astiages atacó a Ciro, pero fue entregado al rey persa por sus propias tropas. Ciro tomó entonces Ecbatana, la capital de Media, y trasladó su tesoro a Persia. Es notable la frecuencia con la que Heródoto menciona generales de origen medo en las campañas de Ciro, entre ellos Harpago. Ecbatana se transformaría en residencia de verano de los soberanos persas.

No obstante, se pueden encontrar reseñas anti-persas en las tradiciones, probablemente de origen medo, recogidas por el historiador griego Ctesias, y en la inscripción de Behistún, que describe rebeliones en Media hacia el 521 a. C., unos ocho años después de la muerte de Ciro.

Conquista de Lidia[]

Solo la frontera occidental del área de influencia meda era el río Halis (Anatolia, actual Turquía), que lo separaba del reino de Lidia. Creso, rey de Lidia, era cuñado del depuesto Astiages, existiendo por tanto una alianza matrimonial entre los dos reinos. Según Heródoto, consultó al oráculo de Delfos sobre la conveniencia de atacar a los persas, y este le respondió que si lo hacía, destruiría un gran imperio. Entonces, Creso cruzó el río Halys y se enfrentó con Ciro en Pteria, no lográndose una victoria definitiva para ninguno de los dos bandos.

Creso se retiró para pasar las estaciones frías y esperar refuerzos de su aliado Amasis II de Egipto y de la ciudad griega de Esparta, pero fue perseguido por los persas hasta su capital, Sardes, y sitiado. Sardes cayó y, a punto de ser quemado en la hoguera, la vida de Creso fue perdonada por Ciro. El gran imperio destruido terminaba siendo, entonces, el suyo propio.

Esto es lo que narra el relato de Heródoto, que conviene tomar con cautela. En cambio la Crónica de Nabonido nos informa que en el verano del 547 a. C., Ciro «conquistó el país de Li[...]» y mató a su rey. Los símbolos cuneiformes que representan el reino conquistado parecen poder interpretarse como «Lidia». El problema está en que contradice ampliamente a Heródoto: en la estación de la conquista de Sardes y en la muerte de Creso.

Los primeros años de la conquista persa de Lidia fueron algo tumultuosos. Pacties, lidio encargado del tesoro de Sardes, lideró una rebelión que llegó a asediar Sardes. Esta fue reprimida por el sátrapa Mazares, quien murió al poco tiempo. Su sucesor Harpago dirigió la conquista de las ciudades griegas de Asia Menor.

Conquista de Babilonia[]

El rey de Babilonia era en aquel momento Nabonido, que había pasado una gran parte de su reinado en el oasis árabe de Tema, pero había regresado a Babilonia probablemente a raíz de la amenaza de Ciro. Las campañas contra Babilonia parecen haber comenzado a finales de la década de 540 a. C. El primer hecho preciso del que se tiene noticia es la victoria de Ciro sobre los babilonios en la batalla de Opis, en el otoño de 539 a. C. Sippar se rindió, y Gobrias, gobernador persa de Gutium, entró sin batalla en Babilonia el 12 de octubre del 539 a. C., llegando Ciro varios días más tarde.

Para la conquista de Babilonia, Ciro tuvo el sustancial apoyo del sacerdocio babilonio, que estaba enfrentado con Nabonido a causa de sus reformas religiosas. A su vez, la llegada de Ciro es celebrada por la comunidad judía de Babilonia (Is. 41-27).

Las provincias orientales[]

Existe un problema sobre cuándo fueron conquistadas las provincias orientales del Imperio, que corresponden a los actuales Afganistán, Tayikistán, Uzbekistán y Turkmenistán. Eran habitadas por sogdianos, bactrianos y arios, pueblos de origen iranio indoeuropeo y emparentados estrechamente con medos y persas. Son mencionadas como satrapías (provincias) persas en el año 521 a. C. (inscripción de Behistún), por lo que necesariamente formaban parte del Imperio de Ciro; su sucesor Cambises II no pudo haberlas conquistado ya que sus campañas se concentraron en Egipto. Ciro pudo haberlas heredado del reino medo, o haberlas conquistado tras la anexión de Lidia, según se puede suponer de los historiadores griegos Heródoto y Ctesias.

Siria y Palestina[]

La región de Siria y Palestina, que formaba parte del Imperio Neobabilónico, fue subyugada pacíficamente. Ciro permitió el regreso a Jerusalén de las comunidades judías deportadas en Babilonia (Esdras), así como, según datos arqueológicos, de grupos de deportados arameos a su tierra de origen en Siria. Las ciudades fenicias no ofrecieron resistencia, y se estableció una especie de protectorado persa en ellas.

Campañas posteriores y muerte[]

Hacia el 530 a. C., Ciro emprendió una campaña contra los nómadas escitas del nordeste del imperio, concretamente la tribu de los masagetas, dejando a su hijo Cambises como heredero con el título de rey de Babilonia. Según informes posteriores (Flavio Arriano, Anábasis de Alejandro Magno) fundó una ciudad cerca del Sir Daria, Cirópolis.

En todo caso, fue superado y muerto por los masagetas acaudillados por la reina Tomiris. Fue sucedido por su hijo Cambises II.

En la Biblia[]

En el libro de Isaías (capítulos 40-56) se profetiza y celebra la victoria de Ciro, enviado y ungido por Yavé.

En el libro de Esdras (1:2-4) se presenta una versión del edicto de Ciro que pone fin el exilio judío en Babilonia.

El Libro de Daniel posee varias referencias a Ciro.

El Segundo Libro de las Crónicas (36, 22-23) presenta otra versón del edicto de Ciro.[1]

Ciro el Grande aparece en la Biblia hebrea como el libertador de los judíos y es mencionado 23 veces por su nombre y es aludido a varias veces más. De estas declaraciones se desprende que Ciro el Grande, rey de Persia, fue el monarca bajo el cual la cautividad de Babilonia terminó,porque, de acuerdo a la Biblia, en el primer año de su reinado fue motivada por Dios para hacer un decreto que el Templo de Jerusalén debía ser reconstruido y que los judíos podrían volver a su tierra para este propósito.

Por otra parte, mostró su interés en el proyecto mediante el envío de vuelta con ellos de los vasos sagrados que habían sido tomadas del Primer Templo y una considerable suma de dinero para comprar materiales de construcción. La existencia del decreto ha sido cuestionada.

Ciro el Grande es alabado incondicionalmente en las fuentes judías y es probable que, después de la conquista persa de Babilonia, Ciro habiese comenzado su relación con los líderes judíos en el exilio y que luego fue considerado como un mesías enviado por Dios.

El edicto de Ciro para la reconstrucción del Templo en Jerusalén marcó una gran época en la historia del pueblo judío. Según Esdras 4:1-6 "los enemigos de Judá y de Benjamín", intentaron frustrar al pueblo de Judá de completar la reconstrucción del Templo a lo largo del reinado de Ciro, Asuero y Darío. La obra se reanudó bajo las exhortaciones de los profetas, y,cuando las autoridades dieron a los judíos el derecho tenían que construir un Templo, estos se refirieron al decreto de Ciro. Darío, que entonces reinaba, mando una búsqueda de este supuesto decreto y se encontró en los archivos de Ecbatana, por lo cual Darío reafirmó el decreto y el trabajo procedió hasta su fin triunfante.

Abundan las especulaciones sobre el por que de la liberación de los judíos de Babilonia por parte de Ciro. Un argumento es que Ciro fue un seguidor de Zoroastro, un profeta monoteísta, cuya doctrina jugó un papel religioso dominante en Persia a lo largo de su historia hasta la conquista islámica. Como tal, se sentiría un espíritu afín con los monoteístas judíos. Otra posibilidad es el respeto magnánimo que se atribuye haber mostrado a las diversas creencias y costumbres de los pueblos dentro de su reino. Como un ejemplo, luego de la conquista de Babilonia, se registra que él rindió homenaje en el templo del dios babilónico Marduk ganando así el apoyo de la gente de Babilonia y minimizando el derramamiento de sangre.

La tradición judía indica "el Señor inspiró a Ciro, rey de Persia, para emitir esta proclamación".

El Cilindro de Ciro ha sido interpretado como una referencia de la vuelta a sus países de origen de varios grupos culturales desplazados, uno de los cuales podrían haber sido los judíos. El cilindro de Ciro confirma que Ciro permitió a los cautivos en Babilonia regresar a sus países de origen, lo que le valió un lugar de honor en el judaísmo.

"Desde Babilonia y Asur y de Susa, Agade, Esnunna, Zamban, Me-Turnu, Der. En cuanto a la región de Gutium, los centros sagrados en el otro lado del Tigris, cuyos santuarios habían sido abandonadas por un mucho tiempo, volví las imágenes de los dioses, que habían residido allí, a sus lugares y que habitarán en moradas eternas. Reuní todos sus habitantes y devolví a sus viviendas. Además, en el comando de Marduk, el gran señor, me instalé en sus habitaciones, en moradas agradables, los dioses de Sumeria y Acad, quien Nabonido, a la ira del señor de los dioses, había llevado a Babilonia." (Líneas 30-33)

Sin embargo,se ha argumentado que debe estar refiriéndose a las personas asociadas a cultos en lugar de los deportados.[2]

Ciro revirtió la política de deportación seguida por los reyes de Asiria y Babilonia. Consideraba que este arte de gobernar era el más sabio, probablemente debido a que había experimentado en la conquista de Babilonia el peligro de mantener una población enferma en medio de un país amenazado por un enemigo extranjero. Al mismo tiempo, el repoblar Judea con una nación vinculada a la dinastía persa por lazos de gratitud reforzaría su reino contra la invasión de Egipto. Así fue como la Divina Providencia "movió el corazón de Ciro" a un curso liberal hacia los israelitas, y los empleó como un instrumento involuntario en la reconstitución de un pueblo cuya misión aún no se había logrado.

Ciro, en consecuencia, en el primer año de su reinado en Babilonia (538 a. C.), cuarenta y ocho años después de la destrucción de Jerusalén, emitió un edicto en el que permitía y recomendaba el regreso de todos los hebreos en su dominio a la patria; ordenó la reconstrucción del Templo, para lo cual concedió una subvención de la real hacienda; ordenó que se devolviesen los vasos sagrados confiscados por Nabucodonosor II para el retorno, e instó a todos los israelitas a contribuir a la restauración del culto público.

La suma liberalidad del monarca persa en el asunto del Templo es menos sorprendente cuando consideramos que una Jerusalén restaurada era inconcebible sin un santuario restaurado. Las ciudades y distritos semitas ascendían o declinaban con los santuarios de sus deidades, y la magnanimidad de Ciro hacia los judíos en asuntos religiosos está muy en consonancia con su rehabilitación de ciertos templos babilónicos y el retorno de las imágenes a sus moradas anteriores, como lo atestiguan su proclamación inaugural.[3]

Referencias[]

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  2. Esta página utiliza contenido de Wikipedia (ver autores) con licencia Creative Commons.
  3. Cautiverios de los israelitas
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